A los largo de los últimos 10 años los cursos a distancia en la educación superior se han venido integrando en la percepción de ser algo normal y esperado en la educación formal. Para el docente involucrado esto quiere decir que paulatinamente tiene más horas de trabajo virtual y menos en el aula física. Con esta bifurcación de modalidades educativas se vuelve aparente que el tipo de trabajo y las exigencias, entre trabajar un curso presencial y uno a distancia, son muy diferentes; desde el diseño del curso hasta su ejecución. Ante esta desigualdad operacional, ¿se están tomando en cuenta las exigencias impuestas sobre el docente a distancia en las políticas institucionales y, por ende, en los tipos de reconocimientos y oportunidades que pueda recibir el docente a distancia?
En el siguiente vídeo hago la revisión de el artículo Tenure, Promotion, and Distance Education: examining the culture of faculty rewards de Linda Wolcott publicado en 1997. Aunque el artículo se publicó hace 20 años, es evidente que aún mantiene mucha relevancia cuando de cultura y política institucional en materia de cursos a distancia se refiere.
Wolcott, L. L. (1997). Tenure, promotion, and distance education: Examining the culture of faculty rewards. American Journal of Distance Education, 11(2), 3-18. http://dx.doi.org/10.1080/08923649709526958